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Algún día tendré el mar como ventana

Bloc de notas

Mujer con abanico

Mujer con abanico

Por motivos profesionales busco en Internet información relativa a la Cruz de Honor de la Orden de San Raimundo de Peñafort. El magnífico y siempre sorprendente Google me lleva a una página donde se habla de protocolo y etiqueta. Lo más de lo más para saber qué corbata ponerse en cada momento o cómo hay que saludar a mandatarios y próceres de todo tipo. Vamos, lo más útil para quienes andamos todo el día de sarao en sarao y de recepción en recepción.

Y, mira por donde, entre tanta ocasión sería y protocolaria, me llama la atención que se dedique un espacio al antiguo y lamentablemente desaparecido “lenguaje del abanico”.

Las formas de comunicación humana, antes del móvil y de los mensajes SMS han sido siempre de lo más variada y ocurrentes. En nuestro caso las jóvenes casaderas y, al parecer  señoras de toda condición que usaban el adminículo en cuestión para aliviar los calores propios de la estación o el estado, se valían de él para comunicarse secretamente con los jóvenes pimpollos que las pretendían o con los maduros libertinos que se atrevían a insinuarle su interés.

 

Así, según nos cuentan en la página a que antes me refería, abanicarse rápidamente significaba  “Te amo con intensidad”. Abanicarse  de forma pausada, significaba “soy una señora casada y me es usted totalmente indiferente”.

El simple acto de cerrar o abrir el abanico podía significar algo más que “tengo calor” o “no lo tengo”.Cerrarlo despacio significa un "Sí". Si se abre y cierra rápidamente significa, ", Cuidado, estoy comprometida”. Cerrarlo de forma rápida y airada significa un "No" claro y rotundo.  Pasarlo por la mejilla significa, "Soy casada".

Al parecer, cada movimiento tenía un contenido polisémico que el atribulado pretendiente debía interpretar en cada caso. Observar como nuestra dama prestaba el abanico a su madre podría ser síntoma de malos presagios. O la madre había olvidado el suyo o nos estaban diciendo directamente "Te despido, se acabó".Abrir el abanico y mostrarlo podría significar "Puedes esperarme". Cubrirse la cara  con el abanico abierto, podría significar “Sígueme cuando me vaya”.

Todo un sistema de comunicación para decir sin comprometerse, sugerir sin hablar, perdido lamentablemente al decaer la costumbre de su uso. Por si alguien quiere reivindicar su nuevo uso y profundizar en el mismo: www.protocolo.org

 

La casa amarilla

La casa amarilla

Paso cada dia por una calle donde hay una casa pintada de amarillo. Está orientada al sol de mediodía. En la puerta siempre hay un número indeterminado de gatos de todos los pelajes y tamaños. Cerca hay un solar en construcción.

Ayer vi a la mujer que habita la casa. Una pobre anciana que salió de la casa encorbada y llevando en las manos un pequeño paquete lleno de comida para gatos. Llamó suavemente y al momento fueron saliendo los pequeños gatitos de todos lados: bajo los coches aparcados cerca, del solar en obras, de los portales vecinos. Rodearon melosamente a la mujer, rozando sus rabos enhiestos por sus piernas, arqueando sus lomos buscando su caricia.

Luego, se tumbaron al sol, jugueteando, sin prestar demasiada atención a la comida que quedó abandonada sobre un papel de periódico en el suelo. No acudieron sólo buscando saciar su hambre de gatos callejeros. Fue la voz d ela mujer quien los congregó en un torbellino alborotador que buscaba sus caricias. La comida vino por añadidura.

Me alejé sonriendo.

Aunque yo personalmente adoro a los perros. Los gatos me dan miedo.

Postal de Brasil

Postal de Brasil

Me llega una postal tuya desde Brasil. Me cuentas que estás bien, que hace calor, que eres feliz. Espero que sea cierto. Lo primero y lo último, me refiero.

Aquí hace frío. Días atrás una nevada insólita me dejó atascado en un pueblo de nuestra tierra. Cientos de personas se vieron obligadas a pernoctar allí al cerrarse la carretera para la circulación. Sabes que en nuestra tierra no nieva nunca, al menos con esa intensidad. Nadie lleva cadenas en el coche y unos pocos centímetros de nieve originan un caos. Eso es lo que me pasó.

Me alegro por ti. Cuando me contaste que, una vez más, ibas a cruzar el Atlántico detrás de la persona que amas, me dio miedo. Miedo de que te equivoques. Sé que estás tan solo...

 

 

Vienes de Venecia como nueva

Vienes de Venecia como nueva Me dices.Te han sentado bien las vacaciones; más joven, más alegre, más vital. Todo lo contrario que yo,en casa todo el tiempo, leyendo y dejando quemarse el tiempo en las clivias del jardín.
Es bueno viajar, romper con la monotonía. Me lo digo continuamente pero luego me puede la pereza: reservas de hotel, aviones, ¿qué ropa me llevo?, me vendría bien el dinero para esta otra cosa...
Dios, es tan fácil dejarse llevar y abandonarse a la pereza del dolce far niente.
De todos modos me alegro por tí, que vienes tan guapa y tan feliz. No he querido preguntarte si hiciste amigos por si me dices que si. Me inquietaría entonces el saber si hubo cama o no, si fue una historia fugaz o duradera, si amenaza la historia común de nuestras vidas semicompartidas.
Por eso no te he preguntado nada más. Prefiero la ignorancia a la evidencia. Incluso la duda persistente cuando te miro cada tarde al otro lado del té rojo y la mesa camilla.
Este verano me iré yo. Pero a Venecia no, a China. Hay que ir a China antes de las olimpiadas.

Te he visto en los cristales

Te he visto en los cristales No sé escribir de otra manera. Visito otros lugares y me llama la atención el lenguaje directo, la elipsis brutal pero efectiva, la sinceridad que imagino fingida de quien deja en las páginas virtuales jirones de su propia experiencia.
Pero yo no sé. O no puedo. O no quiero.
Tal vez la edad.
Por cierto, te he visto hoy en los cristales de aquella cafetería, ¿te acuerdas?. Parecías tú y me ha sobresaltado el recuerdo. Me ha envuelto la añoranza de otro momento, la ilusión de que el tiempo es cóncavo y se vierte sobre si mismo a veces.
Me han tirado de la manga de la chaqueta para que siguiera mi camino. Y me he mordido las ganas de compartir, otra vez, unas tazas de café y unas torrijas de jueves santo.

Un poquito de por favor

Un poquito de por favor La tele se mete en nuestras vidas y sin querer acabamos compartiendo expresiones con personas a las que de nada conocemos y con las que no hemos cruzado una palabra jamás. Entonces se da uno cuenta de que esa expresión la ha aprendido viendo la tele.
A veces me ha dado por pensar si no sucederá que algún día, algún inventor siniestro descubra la manera de hacer de la ventana televisiva un extraordinario sistema de espiar al personal.
Uno enciende la tele con la certeza de que así puede "ver" lo que muestra. ¿Pero y si la tele también "viera" a cada uno de sus expectadores? Cuántos mundos diferentes. Cuantos salones, salas de estar, bares de barrio, dormitorios... ¡Cuánta gente haciendo Dios sabe qué!
Tal vez ya es a sí y algun desconocido voyeur pasa las horas mirando al intimidad de mi casa y de la tuya. Como partícipes ignorantes de un Gran Hermano global y sin premios millonarios.
No sé si hoy me atreveré a encender mi tele sin haberme vestido antes decentemente, cuidando de no hacer nada indecoroso frente a la pantalla, de no decir nada que pueda comprometerme o enfrentarme a alguien.
No, si la tele va a ser más perjudicial de lo que dicen...

Navidad de supermercado

Navidad de supermercado Haciendo mi compra habitual en un super pensaba esta mañana cómo el afan de venta de esta gente está jodiendo las fiestas de todo tipo. A la campaña de la "Semana de la ropa blanca" le sigue la de "Los diez días del calor de hogar" y , sin límite de continuidad, la Navidad. Resulta entonces que unmes antes de que lleguen las verdaderas fiestas navideñas los pasillos del super se llenan de espumillón y de bolas de colores, las estanterías de turrones de todas clases y la música ambiental te martillea las sienes con aquello de "veinticincodediciembre fun fun fun".
Las ventas son las ventas. Y, en mi caso el primero, a la gente les encanta comprar. A primeros de diciembre en casa nos hemos comido ya varias tabletas de turrón, una caja de dos kilos de polvorones surtidos, otra de fruta escarchada, de bolitas de coco, de figuritas de mazapán...
Cuando llegue el "veinticincodediciembre fun, fun fun" estaré hasta el gorro de villancicos,turrones y polvorones.
Pero a esta gente les da igual. Para esa fecha tendrán ya anunciada la campaña siguiente, rebajas de enero anticipadas,por ejemplo, y yo seguiré comprando cosas.
Hay que joderse.

La vida a una carta

La vida a una carta Me viene al recuerdo ahora una imagen que, seguro, compartes conmigo. Naturalmente en otra situación, otro tiempo, con otros protagonistas... Pero todos tenemos una foto de algún momento como el que ahora quiero evocar.

Un hombre o una mujer. Puede que esté llorando, puede que no. Acaba de tener una experiencia fustrante, negativa, en la que reconoce se equivovó. Levanta al aire una mirada triste y deja escapar una queja: " Ay, si la vida se jugara dos veces..."

¿Cuándo fue la última vez que lo escuchaste? Tal vez fuiste tú mismo quien lo gritara a los cuatro vientos ante un mar solitario y embravecido.

Sólo que el grito es estéril, la queja inutil. Convencete. La vida no se vive dos veces nunca. Te la juegas a una partida.

A veces, la vida te da la oportunidad de corregir el error, siquiera parcialmente, de repetir la jugada, de reintentar lo que fue un fracaso. Pero nada se borra. Anque uno estuviera dispuesto a dar media vida por que algo que hizo mal no hubiera sucedido nunca. Lo que pasó, pasó, como dice una canción.

Dios, cómo pesa a veces esta certeza terrible¡

Mujer con gato

Mujer con gato El otoño ha cambiado la luz de mi ventana.
Las banderolas que anuncian una nueva promoción de viviendas tiemblan nerviosamente agitadas por un viento nuevo que refresca el ambiente. Se han puesto de moda este tipo de banderas estrechas y verticales que me recuerdan a las ceremonias chinas de las películas de la MGM. Yo nunca estuve en China.
Las montañas del fondo se han difuminado y sólo se adivinan.
Un perro, prisionero en algún pequeño patio de unifamiliar adosada cuyo dueño pensó que compraba un chalet con jardín, ladra su soledad y su claustrofobia.
¿Quién es esta mujer sin rostro que lee un libro ¿de poemas? mientras sostiene a un gato en su regazo?
Mujer de otoño, poesía y butaca junto a la ventana.
Lástima que a mi no me gusten nada los gatos.

Mensaje en una botella

Mensaje en una botella Recuperar la palabra perdida. Últimamente no puedo escribir de nada que no sea de mí mismo. De mi angustia, mi soledad, mis dudas... Y me sé terriblemente aburrido. ¿ A quién puede importarle que sigo sin resolver mis temas pendientes, sin acabar con mis miedos, sin asumir mis límites...?
He visto que me visitas desde América ¿cómo has llegado hasta mi?. Si algún día hubiera puesto un mensaje en una botella y lo hubiera lanzado al mar habría tenido infinitamente menos posibilidades de que desde la otra orilla del océano lo encontraras.
La Web es un mar que nos acerca.
Me gusta. Me sorprende y me gusta. me hace sentirme menos solo.
No sé que piensas de mi, si te gusto o te disgusto, si sientes curiosidad o hastío, pero el solo acto de leerme te hace cómplice de mis pensamientos.
¡Cuánto me gustaría ver tu rostro mientras me lees!
Yo también leo mensajes al azar. Y comparto los pensamientos de quien los pone en este océano virtual. Pero nunca los contesto personalmente. No me atrevo.
¿Tú lo haces?

Todos los pueblos tienen la misma luna

Todos los pueblos tienen la misma luna Inongo es un camerunés a quien he conocido recientemente. Lo encontré en un congreso sobre Literatura de Tradición Oral donde participaba como narrador. Con voz profunda nos traía las historias que las madres y las abuelas cuentan a los niños en África; las historias que pasando de generación en generación transmiten las enseñanzas, la cultura, la hitoria de los pueblos africanos.

Con estas historias, los niños aprendían lo que está bien y lo que está mal, a distinguir y reconocer aquello de lo que hay que guardarse, la explicación sobre los orígenes del mundo, de las montañas junto a su aldea, de los animales que les rodean.

Y, al contar, Inongo acompañaba su relato con suaves melodías con las que entablaba un diálogo cómplice con los que escuchaban sus historias. Y vi cómo según iba desgranando sus relatos,la sala iba identificándose cada vez más con el narrador, reconociéndose en aquellas historias, descubriendo rasgos comunes entre dos culturas, aparentemente tan diferentes y lejanas.

Hasta que fuimos comprendiendo que, aquello que nos unía, era el mismo gusto ancestral y común a todos los pueblos, de sentarse a escuchar historias que, madres y abuelas de distinto color y distinta raza, cuentan a quien quiere oirlas a la luz de la misma luna para todos.

Me encanta Brueguel

Me encanta Brueguel Lo decubrí en Bruselas. Hace un par de años, en una exposición que se celebraba en esa ciudad sobre la "Factoría Brueguel", donde me enteré que la mayoríade los "Brueguel" que andan por ahí no los pintó el autor, sino que se pintaron en su taller. Claro que entonces el arte era otra cosa. Los pintores eran más artesanos que otra cosa. Quien tenía suerte se contrataba con un rico mecenas que le daba comida, alojamiento y alguna paga ( nunca tan suculenta como lo que ahora sacan las galerias con sus obras). Esto del taller estaba tan aceptado que los discípulos ( entre ellos sus hijos) no se limitaba a la copia más o menos exactas de un original de éxito, sino que aportaban su propia "variante" en cada trabajo.
El caso es que descubrí a este pintor ( a mi me da igual que sus cuadros los pintara él directamente o se limitara a dirigir los trabajos)

Brueguel y la campaña electoral. ¡Qué contraste¡
Quiero que ganen los socialistas. Me aburre Rajoy y me preocupa el PP disfrazado con piel de cordero, pero que empieza a enseñar sus pezuñas de zorro.

Que no daría hoy por pasear de nuevo la Grand Place.

La liturgia se hace drama

La liturgia se hace drama Domingo de Carnaval. Llueve en Sevilla. Llevo esperando un par de horas que se abran las puertas de la Catedral para ver el baile de los seises.
Los orígenes del teatro occidental moderno se remontan a ceremonias muy parecidas a esta que voy a contemplar. Un acto religioso, la adoración del Santísimo, donde se incluye una breve representación dialogada ("¿A quien buscais en el sepulcro...?")o una danza.
me traslada a esa época la entrada de la procesión de músicos, las niñas cantoras y los pequeños "seises". Unos muchachos vestidos como pajes versallescos, sombrero de plumas multicolores y zapatillas de raso, jubón blanco y oro, que van a danzar tocados con sus sombreros ante el Santísimo, tocando sus castañuelas mientras las campanas de la catedral repican a gloria.

Ce n'est pas un tableaux

Ce n'est pas un tableaux Esto no es un cuadro.
La imagen reducida, multiplicada, alterada de lo que debe ser, imagino, un cuadro que alguien pintó una vez.
Esto no es la vida.
La mala copia de la costumbre de los convencionalismos, de los comportamientos estandar (trabajar, consumir,divertirse,casarse, ver TV...)
Mientras más se acerca el momento de irse más piensa uno si está haciendo lo correcto.
Si no estarás perdiendo el tiempo.
Arruinando tu experiencia de vida.
Que pudo ser de otra manera
pero que es la que es sin decidirlo tú, sin elegirlo tú.
Qué pequeño margen de maniobra ( aquí o allí, con Ana o con Pedro, ahora o luego...)
Me parece que esto no es el cuadro.