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Algún día tendré el mar como ventana

Ágora

Sigue el Festival de Jerez

Sigue el Festival de Jerez

Y van tres. Espectacular el estreno con el Ballet Flamenco de Andalucía. Espectacular aunque demasiado evidente. Excesivamente narrativo en mi modesta opinión.

Se presentaba "Romancero gitano" y creo que la preocupación por representar adecuadamente los poemas de Lorca exageraron la línea narrativa del ballet. Y eso no es Lorca. La poesía es simbolo, y, en bastantes ocasiones, aquí se la redujo a historia.

Son siete romances "bailados" por flamenco. Y se cayó (vuelvo a repetir que en mi más modesta opinión de no experto en baile flamenco pero buen conocedor de Lorca) en el tópico. Aunque se quisiera disimular "actualizando" la caravana de gitanos cambiando puente de carretera por autopista y carreta por furgoneta vieja.

En el romance de "La reyerta, especialmente.Me parecía estar viendo la pelea de West Side Story bailada por flamenco. De todos modos el público aplaudió a rabiar y el baile de Cristina Hoyos inmejorable. Artista magnífica en cada gesto.

Las guerras nunca son santas

Las guerras nunca son santas Desde los tiempos más remotos el hombre ha luchado contra otros hombres buscando de arrebatarle algo: sus mujeres, sus tierras, sus riquezas... Donde hay uno que intenta apoderarse de lo ajeno siempre hay otro que lucha por evitarlo.

Nos han dicho que hay guerras santas, guerras justas, guerras justificadas o justificables. Se justifican porque se supone que el agresor no busca el bien propio sino el ajeno: librar de la opresión al oprimido, del error al engañado, de la ignorancia al ignorante.

Últimamente alguien ha inventado la "guerra preventiva", la que se hace para evitar que haya guerra. O algo así. En un intento de justificar lo injustificable y con la confianza de que el pueblo llano no piensa, que los medios de comunicación son suficientemente poderosos como para acallar las conciencias y las voces de los "disidentes".

Pero yo sé que ninguna guerra es santa. No lo fueron las que se hicieron en nombre de Dios (sea el dios que sea y tenga el nombre que tenga), ni las que se hicieron en nombre de la "civilización", ni de la justicia... Ninguna guerra es justificable sino la que se hace para defenderse de la agresión ajena.

Menos aún, cuando en nombre de Dios o de la justicia, cuando en nombre de los inocentes se diseña la invasión de un pueblo al mismo tiempo que se organiza el reparto del botín y se aceptan pujas de las empresas que deberán encargarse de la "reconstrución" de ese pueblo al que se va a invadir para "liberarlo". Hoy ya no valen las mentiras.

Lástima que, sin embargo, nos quede sólo la palabra, la queja y la pancarta.
Y las urnas. Todavía nos quedan las urnas.